-No nos queda nada.
-¿Nada?
-No.
Un vacío instantáneo apareció y se marchó, descubriendo que en realidad, no quedaba nada... nada con que cubrir, nada con que tapar, ningún sitio donde esconder el único tesoro que nos quedaba. Ese tesoro que, aunque te lo quiten, no enriquecerá al ladrón; sino que le quitará el color a tu alma. Sus monedas no tintinean, sino que son miradas de complicidad; sus lingotes no pesan, son sueños livianos y alegres sobre un mundo mejor; sus billetes amontonados y ordenados no son más que verdades no prometidas sino directamente cumplidas con el compromiso y el respeto. Sin caja fuerte donde guardarla, y sin que exista una combinación que abra la puerta. A pelo. Simplemente, por querer hacer las cosas sin egoismo, de la manera que si la siguiera todo el mundo el planeta sería perfecto, al final no queda nada con que cubrirse. Perfecto. Queda lo más importante. Pero tocará luchar por ello, de nuevo.
-Mejor, así se acaba el miedo.
2 comentarios:
Con lo fáciles que pueden ser las cosas y nos empeñamos en complicarlas... Si siempre nos quedáramos con nada con que tapar(nos) la vida sería sencilla.
Si nos aferráramos a los buenos momentos y dejáramos pasar los malos... el mundo giraría siempre del derecho.
Sonrisas.
pues si :) Las lágrimas, sin sal, para las plantas.
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