Las dos caras de la moneda

"Tienes la profesión más bonita del mundo. Tienes la profesión más difícil del mundo. Estarás horas recortando, acomodando, esmerándote para dejarlo perfecto y una combinación de colores que deslumbre a quien lo mire. Vas a estar mucho tiempo preparándolas, arreglándolas y haciéndolo lo mejor que puedas, aún a sabiendas de que no servirá para nada. Luego podrás ir por las calles, exhibiendo semejante obra de arte, desatando la envidia y la curiosidad de todo el que te vea. No podrás dar rienda suelta a tu creatividad, ya que hay un código muy estricto que, dada la ocasión, hay que respetar a toda costa. "Qué bonito", "qué romántico", "quién pudiera..." oirás mientras caminas, y sabrás así que tendrás el mejor premio que puedas conocer. Cuando esté listo, si vas con él por la calle, todo el mundo mirará con temor, pena e incluso aprensión; con la superstición y el "menos mal que no me pasó a mi". Cuando llegues a tu destino, no hay ningún motivo para la alegría. Finalmente, llegarás a tu destino, donde te abrirán la puerta con sorpresa inesperada; sabrás la emoción que sucede mientras subes en el ascensor, y finalmente cuando consigues ver la cara de quien recibe las flores, recibes de propina una sonrisa auténtica, magnífica, tan alegre que es capaz de eclipsar el mismísimo sol. Todo son caras largas, y seriedad. Finalmente localizarás a la familia, te tendrás que acercar y, como todos los días, te mirarán sin darte mucha importancia, agradecidos de mala gana, porque no les queda otra. Siempre presente cuando alguien tiene un subidón de felicidad. Y es que es así, en un funeral nadie está por gusto."

Para bien o para mal, voy a ser repartidor de flores: puede que la vida no sea tan rosa como la pinta mi abuelo, pero no es tan negra como la pinta mi padre.