jueves, 15 de enero de 2009

Nostalgia



Cansada, con un último suspiro, apagó la luz y cruzó la puerta echando el cierre. Un día más terminaba y ya tarde tocaba volver a casa. Sin decisión en sus pasos y con la mente navegando entre mil recuerdos, vagaba con rumbo fijo pero trayectoria errante. Cualquiera que no la conociera pensaría que estaba borracha, pero no; era melancolía y nostalgia, que la asfixiaban lenta y agónicamente. Una leve brisa agitaba sus ya desordenados cabellos mientras las nubes naranjas amenazaban con llorar a su paso, quizás contagiadas de su aflición.

Por el camino pasó, sin poder evitarlo, por ese portal donde siendo una niña muchos años antes había jugado con un montón de amigas a multitud de juegos. La imaginación desbordaba y de cualquier piedra o china junto con dos ramitas secas del abedul cercano convertían el patio en un palacio, las vecinas en princesas y el Seat del portero en un fantástico carruaje tirado por blancas lleguas y bordado con esmeraldas, zafiros y demás piedras preciosas. Mucho tiempo había pasado y nadie quedaba ya, aunque cuando el viento se arremolinó y arrojó a la escena las últimas hojas que quedaban por caer al final de aquel otoño, imitando esos otros episodios cuando ya no eran tan niñas. Sí, su cuerpo creció, y los niños que llevaban diez años jugando a hacerla rabiar a ella y a sus amigas, ahora mostraban su presencia de manera diferente.

Paró su caminar allí donde tantas veces jugó al escondite. Fue allí donde probó la vida y toda la gama de ofertas que le brindó, aquellas llamadas por el telefonillo, aquel tratar de evitar que sus padres se enteraran de que le gustaba un chico (sin éxito), y todo lo que sucedió después. Allí cuando las consecuencias rara vez eran realmente trascendentes, aunque en aquel momento lo parecían. Cuando terminas de descubrir las cosas agradables que hay en la vida. Una lágrima clandestina se escapó recorriendo el surco marcado junto a la comisura de sus labios, imitando sus antiguas escapadas, cuando miró hacia arriba y vió iluminarse la luz de su antigua casa. Pero ya no vivía allí. Hacia tiempo que todo había cambiado desde...

... Mejor no recordar. Mejor quedarse con todo lo que tuvo antes. Y uno tras otro, todos los recuerdos avivaron su memoria, desenterrando su alegre juventud y exhumando docenas de sentimientos olvidados, y nombres perdidos en las manillas del reloj. Pero un nombre brillaba más que el resto, dónde estaba él... le cambió la vida, le cambió el alma, le cambió todo para acabar rompiendo todo lo que había construido. Y no recordaba por qué, era la peor sensación, la impotencia de haberse visto en la cima. Ni siquiera en la cima más alta, sino en la que tenía mas cerca. Ni siquiera había logrado llegar allí.

Reanudó sus pasos, alejándose de la farola donde su sombra había permanecido inmóvil entre los recuerdos momentos antes, abrumada por los "si pudiera" de mil canciones. Todo era mejor entonces. Necesitaba algo más, algo desde fuera que le hiciera recordar que todo aquello fue real y no un sueño.

Unos pasos más adelante, cuando llegó a la cabina, introdujo las monedas de la propina y marcó de forma mecánica un número que no acertaría a recitar, pero sabía a quién llamaba. Tanto tiempo después. Sabía que no debía hacerlo, pero ya había marcado.

"¿Hola? Soy yo... "

6 comentarios:

kel dijo...

esto es como lo de que me pregunten una dirección y no saber si han llegado o no....y que le dice él??? se acordará de su voz?? aissss, dichosos puntos suspensivos.

Reithor dijo...

Los teléfonos, que murieron cuando llegaron los móviles. Tenían su duende.

Neus dijo...

Yo tb quería que siguiera...

Moooola cuando escribes cosas de estas. Y la nostalgia... es tan PUTA!!

Reithor dijo...

Es que es como un "elige tu propia aventura"

¿Como continúa esa llamada para cada cual?

Neus dijo...

Para mi... tiene un final feliz, no lo dudes. Cuento de princesas :)

Reithor dijo...

cuenta cuenta :)