miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pulgas



Cuando las cosas no salen como uno quiere, la frustración se entera, asoma y se pone en su lugar preferido: entre tí y el Sol. Haciendo sombra, para dejar que poco a poco te enfríes y acabes por acurrucarte, encerrarte y hacerte un ovillo como hasta sentirte como un bicho bola. Te amargas, te marchitas, incluso a la postre puedes morir para convertirte en una especie de zombie, un muerto viviente, un vegetal, un cadáver; un ser gris sin alma ni color que vive para respirar. Mas que vivir sobrevives, lo pasas, y esperas a que se pase la sombra.

Pero la frustración no se va así como así, hay que echarla, a patadas, como el mítico (que no mitológico por una vez) episodio del protagonista del ancestral Libro cuando se lió a latigazos con los mercaderes que ocuparon su templo un domingo cualquiera para regatear y vender, profanando su culto (esta vez sí) mitológico. Para empezar es difícil darse cuenta de que está ahí, que estás frustrado, irascible, irritable, irritante. Te vas hundiendo en tu propio fango lentamente ante la mirada de ti mismo, como Artax ante Atreyu en la ciénaga de la tristeza; o rápidamente ante la mirada de otros como Buttercup ante Wesley cae en las arenas movedizas del bosque negro. Como el navío víctima de un letal cañonazo, la frustración acecha cualquier gota de agua que cae en el desierto para, en un soplo de viento, cubrirlo con arena y dejar que todo se abrase, completamente seco. Como si fuera pentotal sódico, penetra en las venas para esparcirse por todo el cuerpo y despojarte de tu voluntad; pero sin la tranquilidad que el narcótico conlleva: acaba generando en angustia, desesperación y terror.

Cuando te das cuenta la cárcel en la que has acabado por estar bajo esa sombra, intentas dar unos pasos en una y otra dirección, ésta se mueve para seguir tapando el sol. Puede que vayas rápido, pero te acaba tapando de nuevo. Puedes soplar fuerte para disolverla, pero tras esa lucha es bien probable que acabe por formar de nuevo su pegajosa bruma dejandote otra vez, al poco tiempo, a la sombra y en la humedad que tanto aprecian los hongos. Y lo intentas una y otra vez, pero no puedes salir, y acabas por sumirte en la depresión.

Así que, cuando alguien a quien aprecias tiene estos síntomas y está frustrado, si vas a tratar de echarle el cable que tanto necesita, serás rechazado y repudiado de primeras; si insistes lo suficiente y consigues entrar dentro de la recia concha que se ha formado, prepárate para un torbellino interno de la índole más inconcebible, inexplicable, cuya fuerza centrífuga te apartará una y otra vez. Echa cables hasta que no queden más que uno: el de salir a tiempo, no sea que se te contagie la frustración y acabes igual; y debido a eso se propague y todos acabemos frustrados, deprimidos, muertos en vida. Que todos somos humanos.

¿Dónde está el límite?

5 comentarios:

kel dijo...

Yo cuando veo que alguien está en plan pitufo gruñón le pongo esto. Sólo para casos iniciales de frustración y en dosis moderadas.

telémaco24 dijo...

y tanto q somos humanos... ys iempre dañas a quien más quieres y menos se lo merece, pero la vida es así, va en el contrato, no?

Reithor dijo...

no... no estoy de acuerdo. Puede que hagas daño a alguien que quieres una vez y por error, pero tras eso hay que aprender y no cagarla otra vez. De todos modos, siendo maduro y consecuente, se minimizan las posibilidades.

En el fondo en el contrato va ser un inconsciente hasta que te das el tortazo.

¿Y esto que tiene que ver con la frustración? Creo que son algunos de los pasos anteriores, antes de acabar frustrado.

Un saludo!

telémaco24 dijo...

lo podrido es toda la gente q ha salido a defenderlo, q haya un imbecil y se le condene pues bueno, algo q puede pasar. Pero q salga tanta gente a decir q es un santo(valga el nombre)... Eso es lo q me alucina.

Reithor dijo...

a mi me alucina más lo que cuento aquí, estos detalles me dejan un poco... pse, males menores de la sociedad.