Anoche llovió, pero no fue agua lo que empapó las ajadas y sobrecaminadas calles, sino que llovieron sueños. La ciudad gris y estéril que descansaba bajo su manta de humo y niebla, sumida en la más anacrónica de las rutinas, de repente se vió inundada de las más increíbles locuras, de los miedos más acérrimos, y de los imposibles deseos de todos los soñadores. Tanto cayó que el afamado Diluvio matusalénico que regó Oriente Medio hace milenios habría quedado en chispeo.
A diferencia de las lluvias normales, en las lluvias de sueños las gotas son inteligentes, y transportan cada fruto de la imaginación por entre las rendijas que deja el cemento, entre las grietas del alquitrán, encontrando el suelo y la realidad tan protegida y recubierta por todas esas construcciones artificiales que si, hacen todo mucho más fácil de limpiar, pero no dejan crecer nada. ¿Nada?
Démosle cancha a los sueños, dejar que se lleguen hasta lo más profundo y allí, con el calor y el tiempo necesario para cada sueño, acaban por germinar. Y no hay cemento, ni asfaltado, ni armadura que frene a los sueños cuando estos crecen, arrasan con todo, destrozan a su paso toda la opacidad para colorear allí donde todo era monocromático. Unos mueren pronto, envenenados de ese asfalto que han roto para poder salir a la luz. Pero solo abren el camino a los siguientes sueños, que imparables, infrenables, rompen todos los moldes y acaban por colapsarlo todo; dejando un nuevo panorama a la vista.
Las preocupaciones, que mueran con el cemento que las protegió; mientras el sueño que más tardó en germinar y crecer acaba siendo el sueño más sabio. Ese sueño que ha aprendido de los errores y aciertos de anteriores sueños y los combina para hacer del sueño más bonito y anhelado, la realidad que rodea la vida.
A diferencia de las lluvias normales, en las lluvias de sueños las gotas son inteligentes, y transportan cada fruto de la imaginación por entre las rendijas que deja el cemento, entre las grietas del alquitrán, encontrando el suelo y la realidad tan protegida y recubierta por todas esas construcciones artificiales que si, hacen todo mucho más fácil de limpiar, pero no dejan crecer nada. ¿Nada?
Démosle cancha a los sueños, dejar que se lleguen hasta lo más profundo y allí, con el calor y el tiempo necesario para cada sueño, acaban por germinar. Y no hay cemento, ni asfaltado, ni armadura que frene a los sueños cuando estos crecen, arrasan con todo, destrozan a su paso toda la opacidad para colorear allí donde todo era monocromático. Unos mueren pronto, envenenados de ese asfalto que han roto para poder salir a la luz. Pero solo abren el camino a los siguientes sueños, que imparables, infrenables, rompen todos los moldes y acaban por colapsarlo todo; dejando un nuevo panorama a la vista.
Las preocupaciones, que mueran con el cemento que las protegió; mientras el sueño que más tardó en germinar y crecer acaba siendo el sueño más sabio. Ese sueño que ha aprendido de los errores y aciertos de anteriores sueños y los combina para hacer del sueño más bonito y anhelado, la realidad que rodea la vida.
Imagen de lorenzolh.blogia.com, que tiene buenas poesías por ahí. ¡Gracias!
4 comentarios:
Me ha gustado mucho. Nada como creer que es posible que se cumplan los sueños para que suceda.
Besos
Pues tocará plantar y regar macetas llenas de sueños :)
Un besote
2Chuang-Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que había soñado ser hombre."
Herbert Allen Giles
¿¿¿mariposa o mariposón???
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