jueves, 29 de mayo de 2008

Arizona II: Phoenix

Tras dejar la parte turística de Arizona, llegamos a Phoenix donde se celebraba el 213th Electrochemical Society Conference. Cinco días por delante para empaparse de nanotubos de carbono y pilas de combustible fundamentalmente, no entraré en detalles ya que puedo dormir a las ovejas, los leones, y cualquier otro mamífero que se os pase por la cabeza por muy activo que sea. Digamos una chinchilla por ejemplo. Todos los días caminando 20 minutos bajo el sol del desierto, cuarentaytantos grados, 10% de humedad... tiene su gracia. Al menos el aire acondicionado funciona bien, está regulado y en interiores se está a gusto. Presenté una exposición oral de 20 minutos, mi jefe dos de 40 minutos, y Ward un poster.

Resumamos en que me reencontré con JM Pingarrón, catedrático de la UCM y otrora profesor mío; y conocí en persona a Joseph Wang, incluso visitamos sus laboratorios en la Arizona State University. Muchos dólares invertidos... su grupo es más grande que mi departamento, tanto por recursos humanos como facilidades, impresionante. Pero como el propio Wang dijo, "lo importante es lo que tienes aquí ¿no?" aludiendo al cerebro. Ese día, el miércoles, tras la visita fuimos a visitar un complejo de golf con pinta de oasis, mucha guita y muy mal gusto (algo que se junta con demasiada frecuencia), para acabar en un mall para millonetis de esos que el Lusomundo de la moraleja a su lado parece un mercadillo.

Phoenix en sí, aún siendo una ciudad emergente con el mayor crecimiento en los últimos 50 años (aprox), aún no está pensada para el ocio (el congreso acababa a las seis, no me miréis mal tan pronto). Con los Phoenix Suns eliminados, el baloncesto se quedaba reducido a la WNBA que acaba de comenzar. Ward y yo conseguimos ir a ver un partido, y lo cierto es que nos impresionó para bien tanto el nivel como la calidad. Lo pasamos bien. El resumen se publicará aquí un día de estos. Luego tratamos de buscar un bar para tomar una cerve y el único que encontramos, aparte de estar vacío, nos pedían 7$ por entrar; con lo que continuó vacío. Finalmente encontramos un restaurante con bar y allí paramos un ratín antes de volver al hotel.Ese día coincidió que empezó a llover, sorprendente para Phoenix, donde solo ocurre unas 65 veces al año y generalmente en tiempo más invernal-otoñal. Pues durante dos días estuvo lloviendo. La consecuencia fue que el hotel, por mucha estrella y mucho lujo que tuviera, presentó una gotera en la ventana; que atajé con una percha y una toalla (McGyver total) usando las pinzas pensadas para los pantalones. Lo cierto es que fue gracioso.

Por lo demás, en el "downtown" pocos restaurantes, y la mayoría ofrecen lo mismo; hamburguesas, comida mexicana, ensaladas, pasta y postres muy endulzados. Quizás lo más resañable fue ver el restaurante de Dan Majerle y el de Amaré Stoudemire, ambos junto al centro de convenciones y al estadio de baloncesto; no fui a ninguno de ellos dada la cara que ponía mi compañero en el congreso.

Para terminar tuvimos un día libre, así que nos alquilamos un coche y decidimos ir a visitar el Apache Trail. A pesar de haber reservado el "utilitario más económico", nos hicieron la oferta de al mismo precio otro supuestamente mejor, que resultó ser un Truck de Dodge: una camioneta con 5 plazas y carguera detrás, del tamaño de un minibús o más. Le dije al jefe que mejor algo más reducido, así que acabamos con el Chrysler ese espantoso que pretende ser de época, y además negro. Con la lluvia. Perfecto... El apache trail es un antiguo camino que atraviesa las montañas donde habitaron los apaches antes de ser desplazados a una reserva al oeste de las mismas. Este camino es el que va desde Phoenix hasta la presa de Roosevelt, aprobada en 1905 para la irrigación y consumo humano (evidentemente) de la región, y poder terminar con los efectos terribles de las sequías y riadas propias del Salty River. Propias antes, claro, al poner una presa pocas riadas suceden. Por allí iban todos los trabajadores de la presa, y se tardaba tres días en caballo, mula, pollino, ó diligencia. Además, dichas montañas tienen bastante fama por la presencia de minas de oro (cerradas y exprimidas) que abundaron en la época de la fiebre del oro.

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Lo primero que te encuentras es la montaña de la superstición, que si además está que llueve y las nubes se agarran a las cimas dentadas, es realmente impresionante a pesar de no ser muy altas; aquí el secreto está en la orografía. Como estar en encuentros en la tercera fase, casi igual, y hace fiel honor a su nombre. A los pocos kilómetros aparece un pueblo fantasma. Vamos, fue un pueblo fantasma, con su mina abandonada, su burdel, su salón, la casa del sheriff, la cárcel, el patíbulo y la iglesia al fondo. Todo centenario y en madera, da poca confianza la verdad. El caso es que los fantasmas se aburrieron y dejaron paso a artesanos y comerciantes que tienen sus puestos de souvenirs, que se agradece, ya que no son los típicos souvenirs sino hechos a mano en bastantes casos por descendientes de apaches. Quiero decir, apaches, pero están asimilados, no van con las plumas ni disparan flechas. Al menos en público.

Al continuar el camino, y con diversas paradas por motivos fotográficos, siempre bajo la lluvia; cuando nos entró hambre llegamos Tortilla Flat, population 6. Es el lugar más exótico de todo Arizona, doy fe. Tiene una calle, y tres casas todas en el mismo lado: el restaurante (el mejor que visité en AZ), el hotel (cerrado) y un museo de 10 metros cuadrados con fotos y cosas centenarias (no más) . El restaurante tiene todos los taburetes del bar en forma de silla de montar, y todas las paredes forradas con billetes de $1 firmados por visitantes. El rancho que ponen es mexicano, pero no tiene nada que ver con lo que se entiende por mexican food, debe tratarse de la auténtica, y muy rico, si señor. Tras dar buena cuenta de los manjares, continuamos por el camino, precioso y espectacular más con la lluvia y el agua formando cascadas en algunas torrentes, hasta llegar a la presa Roosevelt donde al cruzarla salió el sol a retomar su territorio. Así que nada, dimos la vuelta por el sur del agrupamiento de los montes apaches estos, y enfilamos a un outlet mall a satisfacer las necesidades de gasto de los jefes. Afirmaron que fue el mejor dia del congreso, se ve que eso de conducir por caminos sin pavimentar en medio del monte les impresionó...

Y al día siguiente, retorno a casa, como siempre con movidas en el aeropuerto, ya que adelantaron el vuelo 5 horas sin avisar, con lo que evidentemente llegamos tarde. Al final nos dieron otro que llegaba a la vez, el jefe protestó un montón hasta que consiguió tener en su mano todos los tiquets de embarque. (tarjetas se decía, ¿no?)

Y eso fue todo, en líneas generales. Un saludo!

Podeis encontrar más fotografías aquí.

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