Interminable.

Habrá cosas mejores, otras peores (muchas), pero ninguna comparada a escuchar una canción y haber querido ser el autor de la letra, viéndose identificado con cada frase, sabiendo que así te has sentido alguna vez, sabiendo exáctamente de qué habla en cada verso, hacia donde mirar mientras te sientes así.

Esta es nueva, del último disco (gracias cuñada) de los extremeños, de aquel sitio donde guardo bastantes recuerdos de infancia aunque no pasara mucho tiempo allí. Pero recuerdos, de los buenos. Dentro de lo introvertido que era entonces, y de lo raro que se puede sentir un niño con tanto cambio... es lo que toca, cada cual tiene su vida ¿no? A quedarse con lo bueno.

A ver, me bajo de esa rama por la que me he ido ya:



Nada comparado a hacer sentido cómo la pluma se desliza por el papel, como un caracol, avanzando poco a poco y dejando un reguero de versos. Papel tatuado con palabras de tinta, indelebles, esas que merecen sobrevivir un soplo de viento en la arena, o una tormenta en el mar.

Nada comparado a escucharla, después, y revivir cada verso... porque los has vivido. Rebelarse contra el propio cerebro, ese que está diseñado para ser infeliz para poder sobrevivir y mejorar y tener motivación de superación. Rebelarse contra los límites que nos pone la piel, aceptar los límites que no se quieren aceptar, y no dejar que la tristeza le coma el terreno al alma como le pasaba a Fantasía y a su Emperatriz Infantil frente a la Nada. Si hay que imaginarse a Atreyu cabalgando sobre Artax, o volando a lomos de Fujur, para sacarse una sonrisa de la manga y ser feliz... sin miedo, adelante. Lo que sea, grita el nombre, no tengas miedo ni pienses que no va por tí Bastian.