martes, 24 de marzo de 2009

Deseos (0)


Tenía que impresionarla, demostrarla que era mejor que cualquiera del resto de los posibles pretendientes que tuviera... y me constaba que eran muchos. No en vano lucía la sonrisa más adorable de la comarca y una mirada que derretiría las frías nieves invernales, se llenaba de humildad y respeto y nunca faltaba a quienes se acercaban a adularla. Siempre sacaba unos minutos para conversar, ser agradable y paciente con la miríada de acosadores, de los que conseguía resbalar sin crear rencores. Estaba tan por encima de sus bajos deseos, y al mismo tiempo a su altura en cuanto al resto de preocupaciones, que nadie podría encontrar tara alguna en ella. Iba a clase, atendía y aprendía en lugar de juguetear con los rizos dejándose cortejar, sabedora de que su belleza era subjetiva y volátil. Simplemente, sobresalía en todo... y allí estaba yo, queriendo aparecer como el único peluche de colores entre una tropa de los que son en blanco y negro.

Y, tras varios meses, encontré el modo de hacerlo. Aquella gruta en los alrededores -no especificaré donde- de la aldea contenía un misterio que sólo yo conocía. No sabía muy bien qué significaría, pero era lo suficientemente extraño como para impresionar a cualquiera. Así que, ni corto ni perezoso, comencé a intrigarla con ese objeto extraordinario y fascinante, desvelando los detalles poco a poco. Cada día que me cruzaba con ella, le recordaba que conocía un secreto inverosímil en aquella perdida y remota región. Finalmente, un día dijo que ya estaba bien de alardear sobre un lugar secreto con una fuente mágica rodeada de extraños objetos y las paredes decoradas con runas antiguas, y que si realmente existía que la llevara, si no me retiraría la palabra por mentiroso. Esta última parte casi hace que me orine encima, pero me contuve, manteniendo el tipo lo mejor que supe (que no fue mucho dada la sonrisa de triunfo que se dibujó en su rostro). Balbuceando, la cité a las ocho del sábado siguiente en la encrucijada al final del pueblo, para ir tras la cena. Sin saber que así sellamos nuestra condena, aceptó.

Y lo más increíble, apareció, y sola. Sin caber en mí de gozo, y sabiéndome seguro de que todo seguía en la cueva, la conduje hasta el oculto lugar. Tras media hora de camino sinusoide, aparté las últimas ramas y le mostré la entrada.

-Esto no es una cueva, es una ermita.- dijo, al señalar la cruz que enguindaba la entrada y en la que nunca había reparado.

-Bueno... eso no cambia lo que contiene, sigue siendo muy bonito.

-Pues vayamos-dijo con su encantadora sonrisa. Los últimos rayos del sol de primavera iluminaron sus radiantes ojos verdeazulados, sin saber que sería la última vez que presenciara un acontecimiento tan común como excepcional.

Subiendo por la corta escalinata y pasando el hueco de la entrada, nos arrastramos por el ya conocido túnel y a los pocos metros llegamos al foso grande. Las paredes, decoradas con símbolos arcanos, brillaban fosforescentes gracias al reflejo los últimos rayos de sol, que se aventuró por algún recoveco en el techo.

-Ay que ver, si que has trabajado para preparar esto.

-No... yo lo encontré, en realidad no he preparado nada.

-¿Y donde queda el objeto mágico?

-Por aquí.

Y la conduje frente a la bola de cristal. No era un cristal corriente, sino que mostraba infinidad de colores cambiantes mientras brillaba su translucidez, y una humareda se contoneaba en su interior cambiando a su vez de color, camaleónicamente.

-Es... ¡preciosa!-susurró, fascinada, atraída sin poder evitarlo hacia aquel fascinante objeto.

-Si, pero no la toques no sea que...

Demasiado tarde. Sus yemas de los dedos, lentamente, se acercaron más y más y más... mientras me miraba con la travesura escrita en el rostro, queriendo decir que se atrevía a hacer lo que yo nunca hice porrespeto, o por miedo. Jugueteaba a que la tocaría, retándome a impedirlo. Parecía otra chica, no era propio de ella comportarse así; claro que nunca la había visto a solas. Y me desafiaba a que le privara de su juguete (que era yo) cuando se lo había puesto en bandeja. Yo estaba paralizado, sin saber que hacer, apoyado contra la cada vez menos fosforescente pared. La penumbra se apoderaba del salón en la cueva, y la humedad se hacía insoportable cuando la esfera comenzó a emitir un agudo chillido. Impotente, vi cómo su cara cambiaba, la sonrisa desaparecía y le invadía el terror. Por error había tocado el cristal mientras jugaba a hacerlo, y se le había quedado pegada la mano, que estaba siendo absorbida (con evidente dolor) dentro de la esfera. La nube que la poblaba crecía mientras su brazo ennegrecía y era absorbido por la masa. Traté de despegarme de la pared, sin conseguirlo al primer intento, algo me sujetaba. Al mirar hacia arriba, unos ojos felinos amarillos se materializaron y se precipitaron sobre mi, acompañados de unos colmillos muy amenazantes. Logré esquivar la dentellada, y en un esfuerzo supremo me arranqué de la pared, sin darme cuenta que las runas y los símbolos arcanos se habían quedado grabados en mi piel, quedando desintegrada mi camisa. En jirones llegué a mi amada, viendo con horror que la oscuridad había pasado de su hombro. La abracé y tiré, sintiendo que estaba fría, y su tez habitualmente bronceada tan blanca como la esa noche ausente Luna. Grité, pedí socorro aún a sabiendas que era inútil; pero para mi horror vi que extrañas criaturas nos rodeaban, formando un círculo que indicaba el inicio de algún aquelarre maligno.

Sin más dilación, me arrojé sobre la esfera para separarla de mi amada. Al hacerlo, su brazo se liberó, y la esfera cayó de su soporte, quebrándose en el suelo. La humareda multicolor encontró el resquicio, y salió formando una espiral alrededor mía. Sentí como punzaba en toda mi piel, y mi sangre comenzó a manar, tardando segundos en aparecer completamente rojo. Esta visión fue más que suficiente y produjo el desmayo en mi pretendida. Con gusto me habría desmayado a su lado, pero las punzadas no me lo permitían. No podía hacer nada por evitar ser poseído por aquel extraño ser, que penetró en mi interior y derritió mi alma, dejándome vacío por dentro.

Ya nunca podría ver el sol, y tendría que alimentarme de otros seres humanos bebiendo su sangre. Tenía nuevas habilidades que iría descubriendo poco a poco... porque, cuando mis ojos se abrieron en mi nuevo ser, sólo sentía hambre. Y allí estaba, con un brazo paralizado, tiritando, aterrorizada. En aquella chiquilla no quedaba ni un asomo de su sonrisa, ni de seducción en su mirada. Avancé hacia ella instintivamente, preso del ansia por llenar mi cuerpo de la ansiada sangre. No puso gran resistencia, ya que estaba completamente rendida, y guiado por el frenesí, el sangriento festín comenzó hasta dejarla completamente seca.

Una vez satisfecho y tranquilo la sombra escapó de mi interior y se personó frente a mi. Me dirigió una mirada maligna, emitió una risa distorsionada y, repleta de energía, salió volando rápidamente. Nunca volví a verla. Miré alrededor, todo o veía diferente. Más claro y lúcido. Todo sonaba más, y más claramente. Al girarme, vi el cuerpo seco y deshidratado que había dejado atrás, y reparé en el horror que había causado, y que había sido yo. Yo solo. Me maldije gritando en varios idiomas que unas horas antes ni siquiera sabía que existían, y traté de autolesionarme bien contra las paredes bien con mis propias garras, sin conseguir hacerme el más mínimo rasguño.

La maldición acababa de comenzar.Mis deseos personales habían traído la desgracia que debería cargar a partir de entonces, convertido en portador de la muerte allá donde fuera y por toda la eternidad.

3 comentarios:

Neus dijo...

Casi nada!! Menuda historieta!! Miedo me das, jajaja!

Cuchufletas en Vinagre dijo...

Iba a leer un sólo párrafo y lo he leído entero...

Reithor dijo...

Espero que no os dejárais el preludio en la anterior entrada :)