lunes, 12 de enero de 2009

La senda

Sobre mojado. Una tras otra, mil veces, millones, las gotas caen siempre sobre el mismo sitio. La piel está insensible, dejando atrás las sensaciones primero de humedad y luego de frío. El tiempo pasa y puede que hast dejemos de sentir que sigue lloviendo, que sigue calando, y que nuestro alma se aletarga, se entumece y pierde el calor que tuvo y gracias al cual brilló más fuerte que cualquier lámpara o que cualquier foco, con más duende que la hoguera más alta de San Juan, incluso llegando a eclipsar al Sol en aquellos días que tan buenos fueron. Pero todo ha pasado, y solo quedan las nubes que se interpusieron, y su oscuro gris acabó por caerse y llenar todo lo que te rodea. Una mano, dos, cinco, las que sean te han ayudado a levantarte; pero ya no quedan ganas de seguir levantándose... porque desde el suelo se ven mucho más cerca los pies que nos zancallidearon que las manos que nos tratan de levantar. No hay mucho que hacer, se puede mirar el Gizmo gigante con el que compartiste la habitación, quedarse recordando el sonido de los móviles que cuelgan del techo cuando el viento agita sus ramas y sus hojas, o leer los secretos que esconden las viejas hojas de un lejano verano. O perderse en un ya ajado álbum de fotos, donde abundan las sonrisas que nos recuerdan los días locos de juventud, o al menos alegrías que tuvimos. Y para que buscar entre los recuerdos, ¿para seguir recordando quien he dejado de ser? No.... para recordar quién puedes volver a ser. Escrito quedó, que la magia que sentiste en su momento es real, y será real siempre que la recuerdes.

Si, tiene truco, y todo consiste en mirar de manera diferente; la magia no se agota ni se pierde sino que somos nosotros quienes dejamos de verla (con las zancadillas). En nuestra mano está volver a verla, querer sentirla, levantarse una vez más, que seguramente no sea la última, y poner orden. Crear un ambiente agradable y hacer que lo más importante, lo que está mas cerca, vuelva a tener sentido y brillar. Que no sea una rutina, sino un momento especial tras otro, ya que un plato de lo mismo cada noche puede ser una cena especial cuando se compara con las noches en que el plato estaba vacío.

Al fin y al cabo, la neblina que crece entre las hay
as sigue ahí, el misticismo de los bosques no se mueve, y un grupo de tejos sumido en una densa bruma es el mejor lugar para que los druidas se junten, se purifiquen, y compartan su conocimiento y sus últimas experiencias. Sobre todo eso último, es lo más importante, no callarse nada y compartir todos los pensamientos (para aumentar el conocimiento y la capacidad de entenderse), todos los miedos (para poder combatirlos entre todos), y todas las ilusiones (para que sea más fácil hacerlas realidad). Al final será cierto eso de que compartir es vivir.

Toca cerrar las ventanas al mundo, que gire en su crisis particular y se levante, mientras se pone orden en casa y se arregla lo que más importa. Y si preguntas "¿como?", ya te lo digo cara a cara. Las veces que haga falta, no me voy a cansar de repetirlo, pero de ese pozo se sale.

6 comentarios:

Neus dijo...

De todos los pozos se sale... solo hay que encontrar la manera de trepar, volar, escalar...

Siempre depende de nosotros, aunque no siempre sepamos aprovechar ese poder.

Reithor dijo...

Pues si, en cada uno está la fuerza para salir y cambiar la manera de ver las cosas. Pero eso no quiere decir que sea fácil.

Rustis dijo...

Definitivamente estoy enganchada a tu forma de escribir.

Pero es que encima esta vez me hiciste llorar, serás jodío...

Sólo te digo una cosa. GRACIAS

Reithor dijo...

Gracias a ti por leerme :) Al fin y al cabo, las palabras están para ser leídas. Me alegro de que aporte algo y/o te ayude, si no no tendrían sentido.

Esas lágrimas espero que fueran de alegría, o sosiego, o algo.

Un abrazo, mucho ánimo y ya hablamos :)

Anónimo dijo...

Tienes razón, el Gizmo sigue ahí (retornó de un armario oscuro no hace mucho), las hojas eternas siguen sonando con el roce del aire; el álbum no está tan ajado como cabría esperar, y las letras... duermen en su papel de verano. Sería imposible despertarlas sin que una punzada de dolor invadiese este alma maltrecha ante tanta fuerza de vida... pasada.
Y sí, tal vez recordar lo que se fue es la única manera ya de volver a ser, de recuperar la esencia, de recobrar la ilusión, de volver a querer luchar por intentarlo.
¡Brindo por la magia de Sajambre, que habita en la niebla de las hayas y que hoy está aquí, en mi ventana! ¡Por ti, Grandullón! No cambies nunca.

Reithor dijo...

:)