Poros

Hay dos maneras de acabar un día de trabajo. Al aburrirse de estar allí, sin nada más que hacer, y sabiendo que lo que espera en casa no va a ser mejor que lo que haydelante... y cuando se dejan cosas a medias para mañana, que las prisas azuzan por llegar a disfrutar de aquello que sí merece la pena.

Qué difícil es bajar de escalón, aunque aún se esté casi en lo más alto, cuando se conocen las vistas desde la cima estar un repecho más abajo no es lo mismo. ¿Como subir? ¿Esperar mientras se sigue sembrando para mañana? ¿Recordar como es la vista un peldaño mas arriba, para saber que sembrar? Como sea, sobreponerse a las ansias y tener autocontrol es parte de la madurez que hace falta para que las cosas salgan bien. Despacito, seguro y con buena letra.

Mientras tanto, a volver a salir del trabajo sabiendo que en casa no hay algo substancialmente mejor. Limpiar la nieve del coche, encender el motor, mirar de soslayo a la derecha y saber que ahí se formaba la sonrisa, sola, radiante, hace no mucho. El disco, ya gastado, por vez primera suena diferente; es casi imperceptible pero faltan unos coros, apenas un susurro repitiendo la voz: aquello que se canta con una sonrisa, aunque casi no se oye, le da mucha más vida a las canciones, las llevan a ser un fondo mucho más lleno y sólido para ver el mundo de manera diferente.

El silencio llena las paredes, faltan zapatos junto a la entrada; una manta roja junto al sofá, bien doblada, gritaría por abrigar. La cama deshecha no tiene final ni oasis, mientras las sábanas van perdiendo el perfume destilado. El cepillo de dientes, abandonado, ya no baila a oscuras en su rincón al faltarle su nuevo amigo.

Al fin y al cabo, todos estos detalles son nubes minúsculas en un cielo azul, radiante; que se les presta atención porque están mucho más cerca que la inmensidad del infinito.

Un día más... Un dia menos; a perder la vista de los ojos abiertos y disfrutar de una realidad paralela, puede que pasada... pero para eso está la memoria. Para llamar atrás y revivir; sentir unas manos que acarician mientras termino de escribir, sonriendo, sabiendo que con paciencia se puede llegar a una cima mucho más alta que esa de la que separa un repecho de nada. Y hay infinidad de poros en la piel, todos ellos aliados para no desviarse de ese camino que desde hace siglos queria caminar, y un repechin no va a impedirlo.

Solo hay un camino, a caminarlo.

PD en un test me ha salido que me corresponde el libro del Tao de Lao Tse, y me he encontrado una traducción del mismo al castellano que parece que da mucho juego, desde luego es interesante.