Un puñal cada recuerdo para asediar las costillas, desangrar todos mis restos.
El corazón se vacía dejando el cuerpo tan seco como el Sahara de día, como amanecen los muertos.
Vive. Suspira. Respira.
Un duende me prestó el alma que bajó del Arco Iris esos ojos, que derraman amargura en cada brindis, un derroche de miradas con reproches de escarmiento por no haber segundas dichas.
No queda nada, nada resta, nada aguarda, y los muertos no resucitan. Sólo zombies, grises y sin vida, ni sentimiento, ni calor, ni color.
Nada.
1 comentario:
Mu bonito, corazón, pero nadie sabe lo q hay después de esta vida...
Un abrazazo!!!
(yo creo q algo tan grande no puede quedarse así...
... que a otro sitio vamos al morir...Pero cada cual q piense lo q mejor le siente, of sure! )
Publicar un comentario