Ante un evento como el retorno de El Señor de las Historias en
el cuentacuentos, no se puede faltar a la cita aunque estemos oxidados por este lado del mundo. Allá vamos.
Constance
"Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma." Esa frase fue la primera que entendió dentro de aquel cerebro que había ocupado, consecuencia de que, casi por accidente, se había salvado el planeta. Aún no tenía muy claro en qué consistía el alma, pero ese detalle sin importancia no iba a frenarle para conseguir sus objetivos. Llevaba tiempo observando a los terrícolas, primero desde su ventajosa posición de invisibilidad y más adelante en diferentes formas de animales aún más inferiores, todo para dilucidar si iba a ser posible usar estas primitivas formas de vida basadas en carbono como huéspedes para una hipotética ocupación de aquel planeta. Finalmente decidió abordar a un individuo para comprobar que la infección tenía éxito.
Inicialmente le enviaron a aquel sector de la galaxia para quitársele de encima, un dulce destierro que le sirvió para esquivar por última vez la fatal implosión a la que pensaban someter. La única vía de escape, encontrar en aquella inhóspita galaxia -conocida con el absurdo nombre de “vía láctea” en el primitivo planeta- un destino colonizable. A punto de tirar la toalla, una estrella pequeña más, de esas con un pequeño número de planetas alrededor, y se encontró con aquel pedazo de hierro relativamente pequeño orbitando a seiscientos segundos-luz de la angosta estrella. Y encontró algo que nunca había imaginado: todo un ecosistema que, a diferencia de los conocidos, estaba basada en el tóxico carbono y los igualmente embriagadores nitrógeno, hidrógeno, oxígeno... malo malo. Si aquello había sucedido, se encontraba tan lejos de casa que la teoría de unificación de las fuerzas empezaba a desviarse de su linealidad inherente. Pero era digno de estudio.
“... con toda mi alma”. No conseguía, ni siquiera rememorando su particular odisea, quitarse aquello de la cabeza. No comprendía a qué podía referirse, y por primera vez en su casi infinita vida estaba turbado ante aquel concepto.Más adelante investigaría sobre ello.
Tras diez mil vueltas del planeta a la estrella, había ido habituándose poco a poco a su atmósfera, y estaba en disposición de acercarse a ocuparla. En este tiempo había visto desde su órbita cómo una especie se había desarrollado abusando del medio ambiente, evidencia de la aparición de una especie de inteligencia primaria dominada por impulsos instintivos e irracionales. El huésped perfecto, de no ser por su complicada química... aunque en definitiva, la adaptación había sido más rápida de lo esperado. Y así bajó, a estudiar aquella rudimentaria y peculiar civilización.
“...mi alma”. Tenía que recuperar sus objetivos, su misión era demasiado importante para su civilización, aquella que le castigó pero que aún tenía el deber de velar por ella.
En algún lejano momento decidió, tras el estudio, adaptar la forma de aquellos bípedos seres para interaccionar y estudiar la mejor manera de acometer una infección masiva que permitiera el desarrollo y la adaptación de su propia especie. Tras haber infectado a un individuo sucedió, nada más entrar en el primer lugar social, que perdió el control de aquel cuerpo con aquellos extraños elementos y una bioquímica tóxica le invadió en cuanto se fijó en un especimen del género opuesto. No podía controlar la aparición de multitud de moléculas, señales físicas de un lado a otro, todo se le vino abajo y de manera autónoma empezó a moverse solo. Emitía ondas acústicas respondiendo a las que recibía, se le aceleró el movimiento de aquel fluido rojo cargado de minerales, el bombeo se desbocaba. Se desmayó.
“Alma. Alma. Ama, alma”. El eco infinito reverberaba sin cesar por todo el huésped.
Apareció solo, en un receptáculo relativamente pequeño aunque suficiente donde aquellos seres descansaban. Atenazado, turbado, minimizado hasta querer desaparecer. Salió a la calle, en busca de aquel complementario ser, pensando que únicamente vivirían en parejas y que tal vez ahí estaba el fallo, cuando sintió un leve golpe de atención en el hombro, por la espalda. Ahí fue la primera vez que consiguió descodificar aquellas señales de baja frecuencia que sucedían a menudo en su cabeza, ése fue su primer pensamiento.
“Deseaba que fueras tú”.
Sin saber siquiera qué es el alma, se había enamorado; y en el olvido cayó el deseo de retorno de su destierro y la infección letal de aquel planeta, hasta la más profunda amnesia descendió su anterior existencia, viéndose su yo inundado por las extrañas interacciones de aquellos átomos tan improbables para la vida. Y es que con aquel toque perdió su capacidad para infectar a nadie, y cualquier vestigio de origen extraterreste.
Nadie se dio cuenta, pero la vida tal y como la conocemos continúa así debido a aquella inocente acción de una curiosa chiquilla capaz de distinguir su auténtica naturaleza, queriendo saber cómo volverse tan fluorescente como sólo ella veía a aquel brillante individuo de andares patizambos.